EL TÚNEL Y EL MIEDO

Este miércoles 16, a partir de las 19:30, se inaugura el proyecto de
Sergi Botella que inicia el ciclo de intervenciones ‘Composición de
lugar’
en el Espacio Cultural Caja Madrid.

EL TÚNEL Y EL MIEDO
Un proyecto de Sergi Botella
con la colaboración de Goran Bertok

Introduciendo
un leve matiz sobre el nombre de una atracción de feria habitual, El
túnel y el miedo responde a un momento concreto del recorrido de Sergi
Botella: después de una serie de infortunios personales que le colocan
en un estado de duelo, el acontecimiento sincrónico del encargo de un
proyecto se presenta como una luz al final de un túnel. El punto de
partida es ese tópico que repiten las personas que han estado cerca de
la muerte: tras un accidente o al paso por un quirófano, se habla de la
visión de un túnel con una luz al fondo, mientras se vislumbran
velozmente las imágenes que han compuesto la vida. Sergi Botella
presenta al público una representación polifónica de su propia vida
hasta el momento, un relato en el pasillo que culmina en la salida de
emergencia del Espai Cultural Caja Madrid.

Para
poner en escena su vida, el artista comenzó por un ejercicio de
psicoanálisis: el terapeuta empuja al paciente a verse desde fuera
provocando un relato inédito sobre su propia biografía. A partir de
esta analítica existencial, Sergi Botella ha invitado al fotógrafo
esloveno Goran Bertok, especializado en imágenes oscuras del deseo y en
retratos con una extrema capacidad introspectiva, a registrar con su
mirada los lugares donde realiza su vida, su estudio y la casa familiar
en la que vive, a modo de una investigación forense. Por otra parte,
encargó al fotógrafo recomponer en siete imágenes los siete momentos
clave de su existencia. Su intención es, a partir del trabajo más
distante posible de sí mismo, dar a leer su vida al otro, usando el
miedo a la autorepresentación como método de producción misma.

Junto
a las imágenes del artista esloveno, este juego a terceros se completa
en la instalación en sala con una labor de comisariado del propio
artista: objetos personales, como la fotografía de su primera comunión,
álbumes de fotos familiares o la dentadura de su abuelo, son elementos
que abren la cadena de asociaciones y lecturas posibles. Cada uno de
los elementos y sus notas al pie componen una narración que, como un
espejo deformante, dan lugar en ese túnel expositivo a un autorretrato
anamórfico, llevado a una condición genérica donde cada espectador
pueda encontrar espacios para su propia lectura e identificación, es
decir, para la producción subjetiva.

El túnel y el miedo es un ejercicio de
existencialismo exhibicionista equilibrado a partir de la reafirmación
de la discontinuidad y la desposesión que supone la mirada de los
otros. La transgresión de hacer balance en manos de terceros es una
herramienta de elaboración de trayectoria: el duelo siempre es
colectivo y la construcción de uno mismo pasa por una lejanía
desapasionada y patética que culmina en la exposición pública como un
modo, no exento de ironía, en el que la terapia se confronta a los
demás, otorgándoles la capacidad de, en última instancia, manipular su
contenido.

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