El trabajo de Jordi Ribes se centra en la pintura, haciendo hincapié en su aspecto más narrativo a través de la representación de lo que parecen escenografías surgidas de un juego infantil, cuyos personajes, situaciones y paisajes evocan el cine fantástico, el arte, los cuentos, etc.

Así intenta plantear desde la seducción y la extrañeza un mundo introspectivo y cerrado que alude, en cambio, a nuestro más cercano imaginario colectivo.

Un intento de desubicar al espectador que se refuerza por la manera de pintar, al utilizar el óleo desprovisto de su maleabilidad habitual para mostrarlo con una dicción fría, pulida y artificial. Una perversión técnica cuya intención es acercarse al lenguaje digital en un juego de híbridos entre el trabajo informático y el pictórico.

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