Patricia Fernández Antón participa en la residència y exposición “Donar joc”

Donar joc - Major 28

Patricia Fernández Antón participó en la residencia y exposición “Donar Joc” de Mayor 28, La Floresta (Lleida). Junto a  los artistas Federico García Trujillo, Mercedes Mangrané, Jan Monclús y Estela Ortiz. La exposición se inauguró el día 19 de agosto y se está preparando un evento de clausura con fecha a determinar.

Mayor 28 es un proyecto impulsado y coordinado por Lluc Baños Aixalà desde 2014.

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Textos a cargo de Mercedes Mangrané

 

“Dar juego” propone una reflexión sobre la ritualitat en el arte, el imaginario esterotipat del juego y el exorcismo del proceso creativo. Las obras exhibidas (y los pequeños detonantes de acción) pueden leerse como mediums del recuerdo o el espacio del sueño, unos golpes fabulats, otros evocando una nostalgia de un tiempo donde la fisicitat evocaba las calidades de la empatía. Redefiniendo lo común, los artistas se alejan del consenso manteniendo las diferentes formas de concebir la aproximación al imaginario lúdico, desde un espacio que invita a la activación del espectador desde cierta teatralidad y voluntad de aconteixement. En la interrupción del cotidiano que supone “Donarr Joc”, se invita a lidiar con el presente evocando y revisando las prometidas del pasado, creando espacios para nuevas ilusiones, desde la memoria del archivo, la confrontación dialògica con el espectador y la experiencia ante el propio material sensible. “Donar Joc” se plantea el sentido de realizar algo “edificante”, tal como la misma acepción denota: el hecho de “ser útil para algo” o “rendir”. En torno estas acepciones y creando de nuevas, la exposición reúne una serie de artistas de una misma generación que medeixen con diferentes intensidades las expresiones relacionadas con el rendimiento y la fuerza, la destrucción de las espectatives y su regeneración.

Reavivando el aspecto clandestino e individual de la magia en los gestos cotidians, Patricia Fernández Antón (Barcelona, 1985) muestra la poesía de los juegos tradicionales, retratando las microcoreografies de los juegos de hilos en que la figura del otro es indispensable para activar una comunicación en código abierto. Congelando a través del grafito los movimientos de las manos, invita al espectador a recorrer con el movimiento de su cuerpo el laberinto del juego de manso. Empleando el dibujo como rastro, la serie de dibujos evocan la memoria de tradiciones huidizas, animando la corporalitat y las acepciones del rastro y contagio del gesto sobre el papel.

La celebración y el ritual mágico se destila también de las obras de Federico García Trujillo (Tenerife, 1988), conocedor del potencial simbólico de los títulos ante obras que aluden la voluntad de optimismo ante tiempos críticos, a modo de conjuro. La hoguera, elemento de juego alucinatori y profano, se transforma en una culminación meticulosa de deseos del artista, así como la obra sobre papel Utopías ingenuas, que esconde un mensaje tragicòmic que bien podría provenir de las galletas de la fortuna, de carácter visionario. Siguiendo las Trampas encontramos el imaginario de los juegos de niñez donde la caza y la necesidad de posesión revelan características íntrínseques al ser humano, desde una puesta en escena teatral.

La propuesta Estructuras de Mercedes Mangrané (Barcelona, 1988) parte de la observación in situ de los dispositivos para hacer deporte al espacio público del pueblo. Una serie de acuarelas conforma un archivo manufacturado sobre la narrativa del esfuerzo que convierte los espacios impersonales en lugares. Desde la sorpresa ante maquinarias que evocan escenarios futuristas dispuestos para el el uso público, se resalta la paradoja de la ergonomía y la humanización de estos “personajes”. El fetixisme que desprende el culto a los objetos, es cogido también por una serie de cerámicas de pequeño formato que simulan el despeçament de una máquina deportiva, desmembrada por el espacio expositivo.

Consciente de que la pintura es un elemento con posibilidad de ser interpretado contextualmente, BOOM BOOM BOOMER y Bubbaloo de Estela Ortiz (Terrassa, 1988) recuerda la fascinación por el imaginario de consumo capitalista que recurre a el arquetipo de los superhéroes y la fuerza sobrenatural. En clave paròdica, el medio pictórico invita a ser “devorado”, estableciendo una especie de mímesi sinestèsica entre el medio y la representación. La golosina esconde el reflexe biográfico del tiempo de niñez, la recompensa y el deseo, así como las contradicciones entre los estereotipos de género.

Partiendo de la puesta en escena del accidente, la levitación y posterior caída del cuadro 3% (donde ha representado un iceberg) a la piscina municipal del pueblo, el artista Jan Monclús (Lleida, 1987) propone la confrontación directa con la caída de las expectativas y practicitat de la obra de arte. La imagen cristalina y la ligereza son calidades ya evocadas en un cuadro que el artista reutiliza dándole otra función, reencontrándose en su juego de espejos: la artificialidad de una piscina, la imposibilidad de fusión con la natura. En esta fabricación del “cadáver”, la obra recuerda los referentes cinematográficos de series americanas, así como un modesto homenaje del conocido Bigger splash de David Hockney, en torno la crisis de referencia pictórica.

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