Paratext #51 per Beatriz Escudero

Paratext #51
31 de març de 2021
Per Beatriz Escudero

Amb:
Azahara Cerezo (Summer Sessions 2020)
Willem de Haan (estada curta)
Duncan Gibbs (estada curta)

Vuelvo a estar confinada. Pero esta vez el resto del mundo sigue su curso. Aun así la sensación quizás sea más angustiosa. Ver como debes salirte del cauce y protagonizar un pequeño relato silencioso, sin audiencia ni público. Ya nadie sale a los balcones a aplaudir. Y vives momentáneamente en un cuento de terror, a ratos al más puro estilo kafkiano, sintiéndote un elemento extraño, un ocasional contagiador, otras veces víctima e incluso verdugo por error.

Por suerte, el equipo de Hangar me ha favorecido un canal de comunicación directo con la sala Richmond en la que en breves momentos se va a celebrar un nuevo Paratext. Enciendo el ordenador y ¡zas! se abre un portal de acceso directo. Como viene siendo costumbre nuestra comunicación cada vez está más codificada por los canales de lo digital. La presencialidad, la comunicación directa, la conversación pausada, la contemplación del otro, la mirada cara a cara, el lenguaje corporal, los silencios (aunque sean incómodos) son ahora más que nunca hitos a recuperar tras vivir unos meses en solitario o en pequeños grupos y viendo a nuestros seres queridos solo a través de una interface que nos ha acercado y alejado al mismo tiempo. La pandemia que ha hecho aún más visible la vulnerabilidad de nuestros cuerpos, la fragilidad de nuestras relaciones, el peso de las ausencias.

Pero también hemos descubierto las tretas y ventajas de la videollamada en todas sus diversas extensiones y usos. Somos más que nunca conscientes de la comodidad del fuera de campo o del “parecer” estar presente sin ser visibles como otras formas de estar en colectivo. Algunos casi han podido ensayar la omnipresencia (tal vez se consideren ahora omnipotentes). Por mi parte me hallo ahora ante la posibilidad de poder asistir a un acto público en la comodidad de mi cama, con mi más cómoda ropa de “estar por casa”, pudiendo ser partícipe de este acto.

Lo experimentado durante este último año también nos ha hecho ser, paradójicamente, más reservados con nuestra intimidad, nuestro espacio de soledad de nuevo conquistado. Pero sobre todo se ha hecho aún más pertinente la reflexión en torno a la necesidad de recuperar nuestro tiempo, del ser dueños absolutos de nuestras acciones, al mismo tiempo que corresponsables con/de el otro. Un tiempo que me esfuerzo ahora ante la inminencia de la salida de este limbo, para que no se desacompase del ritmo vital recuperado, tratando de resistir las frenéticas exigencias que impone el capital. Un tiempo que cuido como un templo. Un espacio sagrado donde resguardarme. Desde ese espacio de salvedad, donde dar rienda suelta a la ambigüedad, ¿es posible recuperar la comunicación profunda con el otro? Quizás no podemos tocarnos, pero ahora somos más conscientes de que formamos parte de vasos comunicantes, células interconectadas de un mismo gran organismo. ¿No os parece? Y que cuando uno sufre, el otro va después (o cuando uno está alegre, el otro también… se nos olvida a menudo que la felicidad también es contagiosa). Hay una falsa creencia de que la presencialidad augura un mayor cuidado. Pero hay presencias continuas que no están, y otras influencias lejanas espacio-temporalmente que son esenciales para nuestra vida. No es tan fácil explicar lo que hemos aprendido y todo lo que nos ha condicionado.

Pero, a pesar de todo esto, a lo largo de las semanas precedentes a este encuentro de hoy pude felizmente recuperar la costumbre de hacer encuentros personales con Azahara, Willem y Duncan, siguiendo el modus operandi que desde hace tiempo decidimos que sería nuestro estilo de trabajo junto a Zaida Trallero en nuestro proyecto www.site-specificconversation.com. En esta página web publicamos conversaciones con artistas, pausadas y sin tener en cuenta el reloj.  Evitamos concienzudamente llamarlas entrevistas porque no queremos entrever nada: buscamos ir al fondo y sobre todo experimentar un proceso que no se basa en una lista de preguntas y respuestas, sino que surge de una conversación interesante e interesada en la que uno y otro participamos, en un mismo grado de horizontalidad. Nadie es interrogado ni cuestionado. Eso si: hay que tener tiempo y estar dispuesto a entregarse a él. Empezar y no saber dónde acabar. Y a menudo dónde cortar. Pero dispuestas a ello, lo que nos queda de cada encuentro es un auténtico regalo. Trata de no ponerle cortapisas a alguien y…

Empieza la sesión. Con Azahara Cerezo ya habíamos compartido tiempo y acción. Coincidimos por primera vez en 2013 en la Sala d’Art Jove. Recuerdo con mucho cariño ese año de trabajo en el que pudimos montar una exposición con todos los proyectos realizados y de manera muy excepcional en la Fundación Antoni Tàpies, gracias al apoyo a ciegas y valiente de Laurence Rassel. Así que nuestra conversación hace unas semanas tuvo mucho de antiguos colegas que se encuentran de nuevo tras un tiempos sin verse. Y hablamos al sol, de la familia, del sector, de las islas Canarias y sobre todo de su último proyecto y experiencia en el Centre Bòlit de Girona (2020), donde presentó precisamente una versión Beta del Servidor Portàtil que ha traído a la sesión de Paratext y que ha ido mejorando durante su paso como residente de Hangar. Ahora mismo sale a escena (en mi pantalla) y se presenta ante todos nosotros con este mismo servidor portátil, donde nos explica dónde está alojada la que sería su carta de presentación: su página web. Otra vez más, el paradigma de lo digital que codifica nuestras vidas. ¡Ya no se es nada sin una página web, un buen perfil en Instagram o sin estar activo en LinkedIn! Cada vez que desde nuestros dispositivos queremos acceder a la página web de Azahara, nuestros datos viajan por una serie de puntos geográficos hasta dar con su servidor, y por tanto, desde que es portátil y la artista no se separa de él, damos realmente con ella. La interficie de lo digital se materializa en un cuerpo determinado móvil y sujeto a indeterminadas condiciones (como la temporal pérdida de señal puede dejar su página sin acceso temporalmente) a la vez que derrumba sus muros en este sutil proyecto. Un ejercicio que da como resultado un pequeño objeto oscuro, casi tímido, sin estridencias, brillos ni colores llamativos, pero que implica una gran cantidad de procesos llevados a cabo y consideraciones mucho más grandes que esa caja que sin dar más importancia señala Azahara. Una pequeña Pandora que habla también de la posibilidad de hacer nuestros esos circuitos, de salirnos del cauce, de escapar de las redes preestablecidas. Con este proyecto en el que Azahara logra que la maquinaria se vuelva humana, nos lleva por otro lado a tratar la condición del artista como nómada, pero también últimamente la de cualquier trabajador en esta economía inmaterial y su (auto)precarización creciente.

Precisamente estamos siendo testimonio de un cambio de paradigma en la concepción del lugar de trabajo que puede que sea tan grande como el paso de lo rural a la ciudad con el empuje de la industrialización. Las nuevas circunstancias y los cambios tecnológicos permiten que podamos seguir produciendo aislados en nuestras unidad de habitación y al mismo tiempo estemos constantemente conectados con otros, también en nuestro tiempo libre e incluso cuando dormimos, como el servidor portátil de Azahara está permanentemente conectado. Carne de cañón, estamos permanentemente siendo observados, cuantificados, dirigidos y explotados. Y encima lo hacemos con gusto. Quizás deberíamos repensar si lo que en realidad deberíamos esforzarnos en estar es “Permanent Playfulness”, como escribe Robert Filiou en una de sus obras (1973).

Willem de Haag hace aparición en escena, y nunca mejor dicho, en una presentación guionizada como acto teatral performático, mediante la cual nos aproxima a su forma de proceder, sus intereses y su trabajo.  Una obra que toma el espacio que nos rodea, este escenario improvisado, la pantalla del ordenador, una sala de exposiciones o el espacio público como site y stage en el que ensaya pequeños experimentos por medio de instalaciones escultóricas y propuestas objetuales con las que genera una sensación de extrañamiento en el espectador y que surge generalmente por la colisión de elementos diferente o inesperados, en los que incluso a veces ese mismo espectador puede tener un papel protagonista. Su obra busca alterar nuestra percepción momentáneamente en un espacio intermedio que se sitúa entre lo cotidiano y la extrañeza.

Le hablé en nuestra conversación de dos conceptos que también me acompañan cuando intento razonar sobre este tipo de trabajos, por un lado el Unheimlich (imposiblemente traducido en español como “lo siniestro”, y que Freud diseccionó en su texto homónimo). Vendría a ser como lo familiar, cercano y cotidiano, incluso íntimo, que se nos hace extrañamente inquietante, y que produce una sensación de angustia y desasosiego. Por otro lado se encuentra el extrañamiento que consigue Bertolt Brecht en sus obras de teatro, con la metodología del distanciamiento, haciendo evidentes hechos y convicciones que damos por sentado. Dos estrategias similares, con puntos en común y que para mí hablan profundamente de la función del arte como catalizador de una forma de mirar que hace extraña la materia de la que trata, permitiéndonos mirar con otros ojos o hacer visible lo invisible.

En el caso de Willem, su interés radica en la observación de la realidad cotidiana, de los objetos y lugares que habitamos. Desde esa posición de extrañeza es desde donde se pregunta sobre la razón de sus condiciones y cómo nos afectan. Se ha interesado por esos espacios urbanos que están en una especie de limbo entre la realidad, lo ficticio y nuestro imaginario: parques, aeropuertos, entre otros. En nuestra conversación en su estudio, Willem me cuenta que ha pasado esta temporada como residente en Hangar explorando la forma y la funcionalidad de zonas en la ciudad en las que se reúne gran cantidad gente de forma autónoma, cuáles son sus características y si se pueden reproducir en cualquier otro espacio. ¿Se podría mover la rampa frente al MACBA a cualquier otro sitio y atraería a tanta gente? ¿Qué es lo que hace que algunos espacios sean taaaan atractivos y populares? (parafraseando la celebérrima frase de Richard Hamilton). El trabajo de Willem es un guiño constante a nuestra manera de percibir objetos y entorno, forma, funcionalidad y norma, lenguaje y enunciación, desde una siempre juguetona actitud que trata de sacarle punta a cualquier circunstancia y situación cotidiana. A veces su trabajo se aproxima a las formas de hacer de un figurinista o escenógrafo, construyendo objetos y artefactos. Otras se asemeja a un coreógrafo o director de escena que busca la implicación del espectador como actor principal. Pero todas esas estrategias se basan en una actitud diseñada desde el “jouer”, en francés “actuar como”, pero que inevitablemente implica la cuestión del juego, y en la posibilidad de plantear “y si…” infinitos.

Por último, Duncan nos invita con su presentación a viajar a otro espacio real, a través de la materia (natural o artificial) que configura nuestro mundo. Un paisaje formado de alteraciones y procesos cuya longevidad supera nuestro ritmo y nuestro ciclo vital. Un proceso de cambio al que asistimos como espectadores de tan solo unos cuantos frames en la inmensidad de su evolución. Interesado en la materialidad y en los procesos de cambio constantes que se generan a nuestro alrededor, presenta fragmentos de una de sus próximas obras en proceso. Su vídeo propone asimismo dejarnos llevar por una observación dilatada en el tiempo de paisajes naturalmente extraños y sorprendentes, en los que las huellas de lo humano están siendo devoradas, generando un paisaje híbrido entre lo natural y lo humano en el que no se sabe dónde empieza uno y acaba el otro (¿acaso son indisociables?). Work in progress, de un proceso en proceso, fluctuante, que se preocupa por las velocidades de la fermentación y la coagulación, por la contaminación y las formas en simbiosis, y que nos habla de lo que no podemos controlar ni contener. Somos polvo. “Migas. Pelo. Microfragmentos de plástico. El polvo es el estrato antes de que el proceso de entropía se deslice hacia lo imperceptible”, escribe en el texto que acompaña su pieza Tender, realizada con el actor Guillem Barbosa en La Infinita. Somos parte de un proceso de desorden  molecular de un sistema. Pura incertidumbre viva. Creemos saber de dónde venimos, no sabemos a dónde iremos. En las grietas aparecen fragmentos de tiempo atrás, como cuando admiramos una falla geológica y sus sustratos de diferentes calidades y colores.

Duncan atesora en su taller diferentes materiales que ha encontrado de diversos espacios en los que ha residido, con los que observa sus procesos de cambio y lleva consigo de un lado a otro. La suya es una aproximación distante, que toca la materia con la mirada y con la palabra, pero que a diferencia de Azahara y Willem no tiene la pretensión de fabricar nada nuevo. Su papel es el del observador consciente de su pequeñez ante estos procesos inaprensibles. O más bien podríamos decir que se encuentra en otro tiempo, el de la contemplación sin finalidad aparente. Un laissez-faire paciente y azaroso que disfruta de cada nuevo encuentro con esta vez de nuevo una mirada extrañada, con un nuevo sentido, el de la mirada limpia y desacomplejada. Entregada por completo a la dirección que toma la materia.

La presentación finaliza aquí y mi conexión se corta abruptamente.

No soy partícipe de los aplausos, si es que ha habido, o de las charlas y preguntas posteriores.

Ahora empieza el tiempo de digestión y de escritura de este Paratexto. Este texto con el que trato de dar contexto (temporal y espacialmente) a lo acontecido alrededor de esta sesión y de hilvanar a la vez un relato que acompañe lo que ha sucedido ante el público, sin tampoco acotar ni desvelar demasiado. Envolviéndola. Paratextualizándola.

Justo ahora me doy cuenta de que quizás de lo que se trata con esta invitación a formar parte de un Paratext sea más bien un PREtexto, algo que se formula previamente. Y normalmente tratando de justificar una falta o un error. En este caso es un PREtexto para reunirnos, para celebrar de nuevo un encuentro más dentro de una comunidad viva de cuerpos con intereses diversos, que desde su especificidad de forma y haceres, llegan a tocarse, como células que comparten un mismo organismo. Vasos comunicantes comunicándose. Darse espacio, ceder la voz, un ejercicio de escritura que quiere atravesar otros paisajes, materias y tiempos. Desbordarse también extrañamente. Con el resultado de un texto postrimero que hilvana una red de conexiones simpáticas entre unos y otros. Un texto largo que oculta tras cada párrafo a la vez que hace visible, a quien quiera sumergirse en él. Una riada de palabras que reclaman un tiempo y un espacio.

Categories: Relatories Paratext |

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