Paratext #30 por Irina Mutt
Paratext n#30
24 de octubre 2018
por Irina Mutt
Anna Irinia Russell (Residencia corta estancia)
Lucía Egaña Rojas (Residencia larga estancia)
Tere Recarens (Beca intercambio Kooshk Residency y Hangar)
Muchas veces empiezo textos justificando por qué los escribo.
Como cuando escribes sobre un proyecto en un dossier para que te den dinero, residencias, opciones. A menudo empiezas por justificar el proyecto en sí, a dar explicaciones de por qué es interesante y merece atención, dinero.
Este texto se debe al Paratext num. 30 con Tere Recarens, Anna Irina Russel y Lucía Egaña en Hangar. Me gustan las tres artistas, me interesan los proyectos residentes y además necesito dinero: escribo.
Tal vez un texto podría funcionar como los espejos colocados estrategicamente para reflejar rayos del sol y mandar señales o dirigir la luz a un huerto. Esos reflejos y señales luminosas de las que habló Anna Irina Russell.
Escribir como sistema para mandar señales, destellos que indican una posición, pero también pueden indicar peligro. Las luces de un faro, a parte de guiar advierten de una posible hostia contra el escollo.
Escribir podría ser también sistema para encontrar agujeros y llenarlos. Para desbordar centros, tejer relaciones y encuentros. Todo texto lo escribe un cuerpo: qué pueden los cuerpos, contra qué chocan los cuerpos. Eso también afecta a la escritura.
Lucía Egaña utilizó el formato ted talk en una versión DIY, más punki y precario, pero también menos impostado que los Ted talk oficiales. Misma puesta en escena y ritmo que un Ted Talk, pero para hablar de agujeros y descosidos, de proyectos que te dejan sin tiempo, amigas que son colaboradoras o colaboraciones que devienen amistad. Cuando se sitúan y posicionan los proyectos, suele pasar: los acabas haciendo con gente que te cae bien, con quien tienes algo en común. Aunque sean alianzas efímeras, unidas por cuerdas sueltas y finas.
La presentación de Tere Recarens parecía apuntar al tejer, textiles, historias, o tejer historias en los textiles. Las historias personales y políticas llevadas como pieles, como ropas que explican orígenes y perdidas, luchas y derrotas. A ratos algo va bien, las historias también hablan de amor y festines abundantes, de días felices y de esperanza.
Escribir podría ser piel, contacto, lo que intentas contar y no puedes.
En Hangar formo parte de la comisón, es decir participo en muchos jurados. Ese mini poder raro, de tener que decidir a quién le dan la pasta, el estudio, el proyecto.
Obviamente se aprende de ver dossieres y proyectos de artistas. Pero está la parte en la que dices que no a alguien. Decir que no a gente que te cae bien e incluso te gusta lo que hacen. Encontrar te a todo el mundo en una inauguración.
Como contrapeso, está el otro lado; el de aplicar una misma a convocatorias, residencias y becas. Cuando cae una racha de noes. Cuando van dos, tres, cuatro de seguidas. Esto siempre da cosa decirlo en público porque por más buen rollo que tengamos, por más afectos y cuidados de los que hablemos, en arte hay mucho capacitismo. Y si estás jodida pierdes puntos. Hay que ser visible, hacer cosas, moverse, conectar, aplicar, probar, arriesgar.
No se habla de las hostias que se mete una por el camino, en todo caso se poetizan a través de citas de Becket, Derrida, Coca-cola o quien fuera que dijo eso de fail better. (hay privilegios en el fracaso, también.)
Esto es un intento de sintonizar con otros cuerpos-dispositivo. De llamar, de medir distancias, desear proximidad. Pero también de dejar sangre y piel raspada en el bordillo, señalar lugares con caídas; aquí hay peligro, por aquí hay un agujero, aquí te puedes caer.
A la racha de noes se solapan a menudo muchos sies. Sí: colaboro contigo en esto, sí: escribo un texto. Claro, hagamos una entrevista, quedemos donde te vaya bien a ti, te doy feedback, me apunto, paso por tu expo, paso por tu estudio, sí.
Decir que sí a todo porque tú no te puedes permitir el no. Sea por dinero, bien por vínculo emocional: sí a todo.
Empezar la mayoría de emails pidiendo disculpas por mandar tarde el email y el texto, la factura, lo que sea que tenias que mandar. Pedir disculpas por haber llegado tarde, por no venir, por no poder.
Pedir disculpas por no tener tiempo, mientras una se olvida de darse tiempo a sí misma.
No pretendo arrastrar los proyectos de Anna Irina, Lucía y Tere hacía una narrativa sobre el malestar, el fracaso o las malas rachas combinadas con falta de tiempo.
Tiene que ver más bien con aplicar ciertas estrategias que aparecían en sus trabajos. Hacer las cosas con la ayuda de amigas, tomar de las experiencias y conversaciones con ellas, compartir bailes, fiestas y banquetes, volver a ellas en los momentos de temblores y flaqueza. Hacer cosas en las que confias y te sientes a gusto, que al final, joder, sienta bien lo de tener ilusión en lo que haces (que no necesariamente implica ser coherentes y eficaces)
Tirarse sin paracaídas, ocupar espacios, estrellarse contra ellos, llenar sus huecos.
Escribir en una mala racha, cuando las cosas están torcidas pero hay que seguir.
Escribir para exponer también los ratos de mierda, colectivizarlos y así dejar de tenerles miedo.
Para cargarse las zonas de seguridad y poder. Para agrietar y romper la dureza y rigidez des de lo inestable, lo blando y frágil.
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