Paratext #58 por Helena Pérez Guerra
Paratext #58
24 de noviembre 2021
Por Helena Pérez Guerra
Con:
Jenny Abouav (Beca de intercambio Hangar – Casa de Velázquez)
Oriol Fuster (Beca de Producción 2021)
Mariana Portela Echeverri (Beca de producción 2021)
Olivia Jack (Beca Residencia On-the-fly)
La etimología de la palabra paratexto nos remite a lo acompaña al texto (para = junto, al lado de), y ese sentido de texto acompañante, hace que estas palabras se conviertan en algo así como la guarnición de un plato principal, el de las cuatro intervenciones que se dieron lugar en la oscuridad de la sala Ricson, un lluvioso 24 de noviembre. En ese caminar junto a ellas, me inclino por nombrarlas, o diferenciarlas, dándoles un título, que actúa como el poso que ha quedado en mi memoria. Y si algo debo recordar, que pueda funcionar como hilo de unión en su diferencia, es mi propio placer por haber sido testigo del generoso relato de esos procesos de producción compartidos en su devenir.
Receta para una escultura porosa y sonora sin apuro
El trabajo con sonido, la instalación o la performance unido a su interés por lo nebuloso, la luz y la lentitud es lo que, a grandes rasgos, podría definir la práctica de Jenny Abouav, quien ahora se encuentra en la mitad de su residencia en Hangar; y a la que dará fin produciendo una obra híbrida entre escultura y performance, para una exposición que tendrá lugar a mediados de febrero en La Casa de Velázquez de Madrid.
Su presentación es un recorrido por el proceso de producción e investigación que está llevando a cabo, y que ella misma define como “una receta de cocina, que contiene los ingredientes con los que ha estado trabajando hasta ahora, y que ha de mezclar para conseguir cierta armonía en su totalidad ”. De ahí que inicie su intervención con un ingrediente audiovisual, a modo de introducción de su práctica, un vídeo en el que muestra el lento movimiento de una manta isotérmica plateada en la nieve (bajo la cual se esconde la artista) unido a una multitud de efectos sonoros, que parecen emerger desde el interior del útero materno, una mezcla entre fuegos artificiales y latidos del corazón, temblores sónicos de un cuerpo sin definir.
El ingrediente material de su escultura híbrida, llega en forma de embalaje, una espuma de polietileno blanca, de un milímetro de grosor, que será utilizada a modo de piel alrededor de su cuerpo. Envuelta en 40 metros de un material que atrapa la luz en su textura difusa, y casi opaca, Jenny avanzará por el espacio de exposición sobre una plataforma que avanzará muy lentamente. Este es el ingrediente que concede movimiento a la escultura, un prototipo de monopatín mecánico (confeccionado en Marsella junto a Guillaume Stagnaro) con el que ocultar el movimiento de sus piernas, su atributo humano invisibilizado. Impulsada por su lentitud recorrerá la totalidad del espacio de exposición de la Casa de Velázquez, mientras que el material-piel translúcido que la cubre se irá desprendiendo a medida que avance. Cuerpo, materia, espacio.
Hasta ahora, la suya es una receta de una escultura móvil descomponiéndose y flotando en el espacio como un ente viviente extraño cargado de luz, a modo de Yōkai japonés. Esa criatura-espíritu indefinible del folclore nipón, a la que además va a proveer de voz. Su ingrediente sonoro. Una voz creada a partir de los paisajes sonoros que está realizando en Barcelona, confeccionados utilizando un micrófono de helicóptero y cuyas vibraciones me recuerdan al sonido de algunos insectos. Ingrediente auditivo inesperado.
A modo de conclusión, Abouav se acerca al futuro y nos muestra ejemplos de un gel de vela transparente. Un material con el que está experimentando en su estudio para desarrollar un futuro proyecto escultórico a talla humana, del que su propio cuerpo no forma parte, pero al que le dote de vida el sonido de la madera al crujir en contacto con fuego. Cuerpo de gelatina translúcido, blando, crujiente, un proyecto sensible, audible y no identificable.
Fin de la receta, ahora tan solo falta combinar todos los ingredientes.
Voces y superpoderes en primera persona
Oriol Fuster Cabrera aparece junto a Sergi Cuevas Pérez y Laura Beatriz Antón López todos ellos miembros de la Asociación Asperger de Cataluña, quienes desde el mes de julio se acompañan en la realización de En pròpia pell (intimitat forçada). Un proyecto que da voz a las personas neuro diversas a través del intercambio de experiencias, tanto por parte de quienes lo viven como de sus familiares y amigas, el cual, gracias al Premio Miquel Casablancas 2021, se materializa desdoblándose en forma de publicación, y gracias a la beca de producción de Hangar en una serie de podcasts.
De pie, frente al público, sus testimonios nos hacen partícipes de la labor que están llevando a cabo para visibilizar la condición del neurodesarrollo que condiciona sus vidas, y la de muchas personas más. De ahí que su deseo para llevar a cabo este proyecto, uniendo una multitud de voces en primera persona, contribuya al proceso de reconocer como social lo que podría ser percibido como algo aislado e individual.
Sergi se presenta como persona autista, neurodivergente, asperger, TDAH, y su intervención, a modo de presentación powerpoint, dividida en tres partes, ilustra y aclara de manera concisa los principales aspectos del espectro autista. Para ello hace especial hincapié en la palabra “condición”, a la vez que destierra a la palabra “trastorno”, por su negatividad, puesto que el autismo es una condición del neurodesarrollo, y es esa misma condición la que provoca que el cerebro de las personas autistas sea distinto al de las personas neurotípicas.
Después de la aclaración, Sergi prosigue enumerando un conjunto de síntomas relacionados con el Síndrome de Asperger, tales como la falta innata de habilidades sociales, señalando la importancia del adjetivo “innato”, puesto que dichas habilidades pueden ser aprendidas. La impulsividad y la literalidad, que hacen que tengan que interpelar a las personas que realizan bromas para cerciorarse de su doble sentido. La dificultad de poder interpretar la comunicación no verbal, o la ansiedad provocada por los cambios.
Pero también se enumeran los aspectos positivos, o los llamados “superpoderes” a los que alude Greta Thunberg. Estos engloban la honestidad, la buena memoria (con la que no se olvidan de los nombres de las personas) el hecho de ser detallistas y perfeccionistas, la resiliencia y la perseverancia, lo que equivale a no dejarse llevar por sentimientos extremos, la hipersensibilidad, o el hecho de pensar de manera original, citando a Van Gogh o Leonardo da Vinci como ejemplos.
En la última parte de su presentación, Sergi nos enseña las estrategias utilizadas en su rutina diaria para enmascarar y adaptarse a las normas impuestas por la sociedad, e intentar minimizar los posibles efectos adversos. Entre dichas estrategias nos habla de la redacción de listas, las rutinas, las terapias de habilidades sociales, la gran importancia del diagnóstico, y, finalmente, de la autoayuda y el entendimiento mutuo, adquirido a partir del encuentro con otras personas neuro diversas.
Por su parte, Oriol, quien señala su diagnóstico tardío á los veintisiete años, contextualiza el proyecto, y nos hace recordar el rol del enunciado en primera persona reconocido desde los colectivos (feministas, anticoloniales, queer y, desde finales de los años noventa, también neuro divergentes) cuyas voces son minorizadas y excluidas de las narrativas oficiales.
Finalmente, Laura, con una gran honestidad emocional, nos hace cómplices del motivo por el que decidió hacer parte del proyecto, y nos habla de la que se convirtió en su última conversación con un compañero de carrera, antes de que éste falleciera por Covid-19. En la memoria de Laura, la última frase de su compañero, animándola a continuar difundiendo información acerca del Asperger para ayudar a más personas, fue su motor para unirse al proyecto
Oriol concluye la presentación enmarcando En pròpia pell (intimitat forçada) dentro de un proceso de descolonización del relato de trabajadora neurodivergente.
Empatía corporal, tecnologías del deseo para habitar el otro
El trabajo multidisciplinar de Mariana, quien con la beca de producción de Hangar completará su película La parte de mi más lejos de ti es la punta de mi lengua, reflexiona en torno a la performatividad para conectarse con el “otro” a través de los objetos, de las de las acciones y del erotismo. Para ella, el “otro”, es entendido de manera abstracta, y encarna lo desconocido, tanto de manera existencial como tecnológica.
Si hemos de retener una imágen recurrente de su práctica, es la de la representación de ese órgano muscular móvil que es la lengua, porque su utilización le permite hablar de tres temas constantes en su obra: el lenguaje, el cuerpo y el erotismo. Para ilustrarlo, vemos imágenes de la instalación formada por lenguas gigantes en movimiento que formó parte de la exposición colectiva Farsa, la cual tomaba como punto de partida el lenguaje y su potencial para engañar, en el espacio Sesc Pompeia de São Paulo en 2020.
Esculturas mecánicas de lenguas que buscan la complicidad del público para que éste las pueda activar y darles vida, como se muestra en el sistema manual utilizando cuerdas con las que se acciona una gran lengua que reposa en un charco de agua y acaba elevándose.
De las dos lenguas que nos muestra Mariana, una de ellas lleva escrita la frase “quiero más”, en constante movimiento contra el suelo, y la otra “ hasta que tu lengua me toque, todo tiempo pasado será tiempo perdido”, ambas frases extraídas de textos poéticos escritos por la autora. Frases que resaltan ese aspecto desacerbado del deseo que traspasa las normas y roza el delirio. Por otro lado, el imperativo del deseo, y la propia imposibilidad de consumarlo, hace que sus obras incluyan un elemento temporal combinando un ritmo lento con otro más acelerado.
Puesto que la palabra y el texto son una parte importante de su obra, los límites del lenguaje también forman parte de ella, y por esa razón Mariana se decanta por acercarse al lenguaje corporal, el creado por el entorno.
De manera cíclica su obra vuelve constantemente a la idea de la escenografía, de un vestuario confeccionado por ella, de mecanismos y espacios dotados de la capacidad de comunicar sin usar lenguaje verbal, de la expresión de los cuerpos vivos, que observa tanto en las plantas y animales como en la danza. Y esa no-verbalidad sensorial e intuitiva la lleva a estudiar coreografías de danza contemporánea y extraer de ellas los movimientos que funcionan como la extensión del cuerpo hacia el otro y hacia el entorno y así utilizarlos en su película.
En esa intención de salir hacia afuera, cita la influencia de la obra con prótesis corporales de Rebecca Horn, y en particular de los delirios eróticos provocados por su enfermedad pulmonar, en los que deseaba salir de su propio cuerpo para poder llegar al otro sin éxito. Y también del glosario de movimientos de danza que lleva realizando desde hace tiempo para después poder utilizarlos, repitiendolos varias veces frente a la cámara y cambiar su perspectiva para alcanzar al otro.
Otras de sus influencias son las coreografías de Merce Cunningham, las maquinarias teatrales del Renacimiento, las esculturas cinéticas de Alexander Calder y las del absurdo circuito interminable en “They way things go” (1987) de Fischli & Weiss. Todos ellos elementos que en cierta manera reverberan en su película de 40 minutos de la que nos muestra un fragmento.
En la pantalla vemos que ella se acerca de rodillas a un objeto, construído empleando la tecnología manual de la que nos ha estado hablando, mientras de fondo se oye una composición musical, en la que predominan las notas graves de un contrabajo, que añade suspense a las imágenes .
Finaliza citando a Suely Rolnik, “Cuando se desea existe una metamorfosis, el otro existe en mi cuerpo, me habita”.
El live coding como exploración modular
Olivia Jack es programadora y artista, para quien el código abierto y el navegador de internet son plataformas creativas, de las que se sirve para fabricar herramientas, que otras personas puedan utilizar libremente.
Para adentrarnos en su práctica y el origen de su interés por el live coding, nos habla de cómo a partir de una investigación para explorar el potencial web de RTWS (Real Time Web Streaming), la tecnología que entonces solo se utilizaba para hacer video llamadas en tiempo real, empezó a escribir código. Fue entonces, cuando escribió el software de manera que se podía cambiar el código en tiempo real, lo que para ella significó una nueva aventura, puesto que las ventanas podían estar en cualquier parte del mundo, y le ofrecían la posibilidad de trabajar con la web como algo en un flujo constante; es decir, podía pensar la página web como un sintetizador de vídeo modular donde cada módulo transforma una señal que se transmite en red.
Fue a partir de su residencia en Platohedro (Medellín) a la que fue invitada para enseñar un taller de programación, cuando descubrió el live coding, y ese lado más social y comunitario que no poseía la programación, realizada siempre en solitario. Eso la llevó a crear el programa Hydra, (en línea desde hace ya cuatro años) con el que se producen visuales a partir de código y se pueden compartir con cualquier persona que esté conectada a la página en ese momento.
El lenguaje de Hydra funciona a partir del código que va generando distintos patrones y funciona con entradas externas, es decir cualquier stream de video o ventana de otra aplicación, lo que le permite crear un lenguaje con muchas posibilidades.
Para Olivia live coding fue inicialmente una forma de explorar ideas, pero su experiencia realizando visuales en vivo, la impulsó a crear herramientas de exploración estética que mezclaban la generación de ruido y lo inesperado. Y es precisamente su gusto por lo impredecible la que la lleva a mostrarnos imágenes de la performance que desarrolló en colaboración con Mabe Fratti en el Cenart de México, en 2019, en la que sus visuales y el violoncello de Mabe entablaron un diálogo basado en lo inesperado; y también de la colaboración que realizó en 2019 en el planetario de Bogotá con José Marulanda, en la que los visuales de Hydra proyectados en 4k y la música electrónica se fundían en una única performance.
Para concluir su presentación, Olivia nos habla de su investigación en curso con la que prosigue la tarea de traducción del sonido a parámetros visuales, como el dibujo, utilizando el código que inició con PIXELSYNTH, un sintetizador para crear sonidos de imágenes o dibujos en blanco y negro inspirado en el sintetizador analógico ANS creado por Evgeny Murzin en 1937 para componer partituras musicales. De hecho, Jack confiesa cómo su propia dificultad por no poder entender el funcionamiento de los osciladores de un sintetizador, la llevó a crear un programa que tradujera el sonido en imágen y así hacerlo más comprensible a sus ojos. Y con la visibilización del sonido a partir del código para un sintetizador de imágenes finaliza la presentación. Y fue entonces cuando recordé a Wendy Carlos y una cita que se le atribuye y circula por internet :
“La acertada mezcla de predicción y sorpresa resulta ser la base del mejor arte.”
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